Serias razones por las que deberías leer a Proust

El Martes, 14 Enero 2020. Publicado por Blog Decoding

Serias razones por las que deberías leer a Proust

Como muchas obras literarias de importancia, En busca del tiempo perdido es una búsqueda cuya estructura se asemeja a la de una sinfonía. Los principales temas de la novela (el amor, el arte, el tiempo y la memoria) están orquestados magnífica y cuidadosamente en todo el libro. Las primeras páginas, que Proust denominó la obertura, exponen con musicalidad, profundidad y sutileza el objetivo de la búsqueda, que es encontrar respuesta a preguntas esenciales de la existencia: ¿quién soy?, ¿qué debo hacer con esta vida? Tal como lo indica el título del libro, el personaje principal, conocido como el Narrador o Marcel, está buscando su propia identidad y el significado de la vida. A medida que cuenta su historia, nos habla con una de las voces más interesantes y encantadoras de toda la literatura.

Cada vez que me encuentro con alguien que parece intimidado por la gran cantidad de páginas por leer, le digo que, aunque En busca del tiempo perdido es un libro intenso e intrincado y exige la atención del lector, no es una novela difícil. A pesar de su longitud y complejidad, la mayoría de los lectores la consideran fácil de abordar. Vladimir Nabokov, quien la consideraba la mejor novela de su época, describió sus temas centrales y su estilo mozartiano y efervescente: «La trasmutación de la sensación en sentimiento, el flujo y reflujo de la memoria, las oleadas de emociones tales como el deseo o los celos, y la euforia artística… todo esto constituye el material de esta obra enorme aunque excepcionalmente clara y transparente»1. A pesar de su «enormidad» y complejidad, el libro de Proust nunca se ha dejado de imprimir y se ha traducido a más de 40 lenguas; sin embargo, la academia no se ha preocupado por mantener viva la obra: apenas se enseña en su totalidad en cursos universitarios y es gracias a lectores de todo el mundo, quienes regresan a ella una y otra vez, que sigue presente entre nosotros.

A lo largo de los años, he recibido testimonios espontáneos de muchos lectores quienes afirman que Proust cambió sus vidas y les mostró una nueva y más profunda forma de ver el mundo. De hecho, rendre visible (hacer visible) es la definición sucinta de Proust de lo que hace un verdadero artista. En el caso de Proust, creo que no solo nos ayuda a ver el mundo tal cual es, con su extraordinaria belleza y diversidad, sino que sus observaciones nos hacen conscientes de cómo percibimos a los demás y cómo interactuamos con ellos, al tiempo que nos muestra cuán frecuente es equivocarnos en nuestras conjeturas y lo fácil que es formarnos una opinión sesgada de alguien. Pienso, además, que la psicología y la motivación de los personajes de Proust son tan satisfactoriamente complejas como las de los personajes de Shakespeare. Tal como describe el bardo a Cleopatra, muchos de los personajes de Proust son criaturas de «variedad infinita». A propósito de Shakespeare, Shelby Foote, hablando en una entrevista sobre los escritores que más admiraba, puso a Proust en primera línea: «Para mí, Proust fue el hombre más espléndido. Lo tengo en mi mente, junto con Shakespeare, en el sentido de que ambos tienen un talento muy variado. Si lees a Proust, este formará parte de ti por el resto de tu vida, del mismo modo que Shakespeare. No quiero exagerar, pero en realidad lo considero el gran escritor del siglo XX».

Un gran texto es aquel que de manera extraordinaria involucra a sus lectores y los hace sentir parte de la acción. En el caso de Proust, gracias a su íntima y cautivadora narración en primera persona, nos convertimos en el compañero del héroe que busca descubrir la verdad de la condición humana. Para poder conocer la verdad de nuestra experiencia y describirla en una novela, Proust aplicó sus asombrosas habilidades de observación y análisis. Según Joseph Conrad, esta permanente exploración es el secreto de su genio: «La obra de Proust […] es arte maestro cimentado en análisis. No creo que haya un mejor ejemplo de tal capacidad en toda la literatura creativa».

¿Cómo es que En busca del tiempo perdido sigue hablando a generación tras generación en una voz que se considera fresca y vigorosa? Lejos de ser el culmen de la literatura decadente, como lo creyeron antiguos críticos, esta novela constituye uno de los textos más dinámicos jamás escritos; su enorme energía actúa como fuerza rejuvenecedora; todos sus elementos narrativos —trama, personajes, estilo— crean, como lo expresó Iris Murdoch hablando de su efecto, «el placer más intenso que encontramos en el gran arte».

Por mencionar algunas de las características más destacadas de la novela, podría decirse que es el mejor libro que se ha escrito sobre la percepción (la hipersensibilidad legendaria de Proust está relacionada, por supuesto, con sus habilidades como escritor). Además, Proust fue el primer novelista que analizó y describió todo el espectro de la sexualidad humana; incluso, a raíz de algunos pasajes, podría declararse como el fundador de los estudios de género y un defensor del matrimonio entre homosexuales. Del mismo modo, su sentido del humor le permite crear escenas cómicas que satirizan las manías y la vanidad de sus personajes, en especial aquellos de la alta sociedad. Proust encaja a la perfección en la siguiente definición de Gilles Deleuze: «Un gran autor siempre es alguien que se ríe mucho»2.

Mi cita favorita de un escritor famoso sobre otro es la descripción que hace Virginia Woolf de su reacción ante la prosa de Proust:

Proust estimula de tal forma mi propio deseo de expresarme que difícilmente puedo precisar la oración. ¡Ah, ojalá pudiese escribir de esa manera!, exclamo. A su vez, tal es la asombrosa vibración y saturación e intensidad que procura (hay algo de sexual) que siento que puedo escribir así, y tomo mi pluma y entonces no puedo escribir así. Casi nadie estimula tanto los nervios del lenguaje en mí: se convierte en una obsesión. Pero debo regresar a Swann.

Las palabras de Proust cautivaron a Virginia Woolf y a muchos otros escritores, dramaturgos, cineastas y coreógrafos a tal punto que, con frecuencia, su libro llega a ser un elemento central o significativo en sus obras. Por ejemplo, En busca del tiempo perdido y Albertine, uno de sus grandes personajes, desempeñan un papel en El buen aprendiz de Iris Murdoch; casi al final de la novela, nos encontramos con que Edward, uno de los personajes principales, retoma su lectura de Proust:

«Oh —Proust—» Edward había estado buscando el fragmento que tanto lo había asombrado […] sobre cuando Albertine sale en su bicicleta bajo la lluvia, pero no lograba encontrarlo. Había regresado al principio [Longtemps, je me suis couché de bonne heure.] Qué cantidad de dolor había en esas primeras páginas. Qué cantidad de dolor había en todas las siguientes. ¿Cómo era entonces posible que en su totalidad pudiera palpitar una satisfacción tan pura? Era algo que Edward estaba resuelto a descubrir.

Aunque no sabemos si Edward encontró la respuesta, el señuelo de Murdoch al final de su libro es una invitación a que lo investiguemos por nuestra propia cuenta. Considero que esta satisfacción surge, en parte, debido a la compasión que Proust muestra por sus personajes, incluso por los que le parecen más imperfectos. Los ama y quiere redimirlos a todos: un sentimiento que constituye una potente fuerza moral, dota a sus personajes de vida y los hace parecer reales.

Pamela Hansford Johnson, otra escritora británica, señala lo siguiente como su gran lección de la novela: «No hay novela en el mundo que cambie a sus lectores con mayor profundidad […] sobre todo, enseña compasión, esa tranquilidad convertida en gentileza que de inmediato hace la vida mucho más compleja y tolerable». Del mismo modo: «Proust hace que el lector ame [al Narrador] de manera que Proust mismo, quizás más que cualquier otro escritor, a excepción de Shakespeare, se convierte en un íntimo amigo».

En las últimas páginas, Proust nos insta a entender, desarrollar y desplegar nuestras facultades más únicas. La intención de todo su proyecto es persuadirnos de que somos instrumentos increíblemente valiosos, a pesar de que solemos desperdiciar nuestros dones o los dejamos latentes. La satisfacción que tantos lectores sienten al final del libro proviene del triunfo tardío del héroe y del descubrimiento de que también podemos, si seguimos su ejemplo, intentar vivir la verdadera vida. Cuando el Narrador finaliza su búsqueda, después de muchos altibajos y malentendidos, los innumerables temas —mayores y menores— majestuosamente orquestados a lo largo de toda la obra se resuelven con gloria en el gran final. Este final feliz hace de En busca del tiempo perdido una comedia de la más alta categoría, una que divierte, deleita y con frecuencia deslumbra, a la vez que instruye.

Como escritor, Shelby Foote tuvo una relación única con la novela de Proust, pues cada vez que terminaba de escribir una de sus propias novelas o su vasta historia de la Guerra de Secesión, se obsequiaba un premio especial: «Siempre me he dado una recompensa cuando termino algo y siempre es la misma: leo A la recherche du temps perdu. Ese es mi gran premio. C’est mon grand prix. Creo que ya lo he leído en nueve ocasiones. Son como unas vacaciones de dos meses, porque se necesita todo ese tiempo para leer a Proust. Me gusta más que ir a Palm Beach».

¿Por qué Foote se da siempre la misma recompensa cuando termina uno de sus libros? ¿Por qué dice que leer a Proust es mejor que pasar dos meses en Palm Beach? Es porque en cada lectura siente el poder vivificante que experimentamos todos en presencia del gran arte; de hecho, Proust dice que este es le seul bain de Jouvence, la única fuente de Juventud. Todo el empeño y amor que un escritor (o artista, o músico, o científico —todos ejemplos ilustrados por Proust—) pone en su creación tienen un efecto poderoso y rejuvenecedor en el lector. Invito a quien le guste leer, y aún no haya descubierto la novela de Proust, a que tome Por la parte de Swann y se sumerja por completo. Le aseguro que se sentirá profusamente recompensado.

Autor: William C. Carter

Traductor: Jorge Gómez

Este artículo se publicó el 11 de julio de 2016 en el sitio web de LITHUB. Puedes acceder a la versión original en inglés aquí.

William C. Carter es profesor emérito de Francés de la Universidad de Alabama en Birmingham. Junto con Nicolas Drogoul, tiene un proyecto para celebrar la vida y obra de Marcel Proust. Puedes visitar su sitio web en www.proust-ink.com.

Notas

1. Cita traducida, tomada de Nabokov, V. (1983). Curso de literatura europea (Francisco Torres Oliver, trad.). Barcelona: Editorial Bruguera, S. A.

2. Cita traducida, tomada de Deleuze, G. (2007). Dos regímenes de locos: textos y entrevistas (1975 - 1995) (José Luis Pardo, trad.). Barcelona: Pre-textos.

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