Entrevista a John Jairo Giraldo (primera parte)

El Sábado, 04 Julio 2015. Publicado por Blog Decoding

Entrevista a John Jairo Giraldo (primera parte)

"La visión que tengo de la traducción es que es un área del conocimiento y una posición apasionante. El solo hecho de que podamos acercarnos a otros pueblos, a otras culturas y a otro tipo de conocimiento por medio de la lengua, es más que fascinante. Eso es lo que ha permitido que la humanidad se desarrolle y logre comunicarse de una manera más efectiva y eso es gracias a un trabajo, a veces, anónimo y muchas veces, silencioso que hacemos los traductores". 

 

En Decoding queremos acercarte a la traducción a partir de diferentes puntos de vista. Por esto, comenzaremos un ciclo de entrevistas con algunos personajes relacionados, de alguna manera, con la difícil pero fascinante labor de la traducción. En esta ocasión, conocerás la traducción desde la opinión de un académico, el profesor John Jairo Giraldo Ortiz.                    

John Jairo Giraldo es Doctor en Lingüística Aplicada de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y traductor inglés–francés–español de la Universidad de Antioquia de Medellín, Colombia. Actualmente, es el director de la Escuela de Idiomas de la Universidad de Antioquia. Es un amante de los idiomas, los viajes, las culturas y la fotografía. En esta entrevista nos contó un poco sobre su visión de la traducción, su situación actual en Colombia y la razón de su amor por los idiomas.

 ¿Cuál es su visión de la traducción y cómo la ve en nuestro contexto, en Colombia?

John Jairo Giraldo: La visión que tengo de la traducción es que es un área del conocimiento y una posición apasionante. El solo hecho de que podamos acercarnos a otros pueblos, a otras culturas y a otro tipo de conocimiento por medio de la lengua, es más que fascinante. Eso es lo que ha permitido que la humanidad se desarrolle y logre comunicarse de una manera más efectiva y eso es gracias a un trabajo, a veces, anónimo y muchas veces, silencioso que hacemos los traductores.

En cuanto a cómo veo la traducción en Colombia, la veo como un campo muy prometedor. Ciertamente, aquí hay mucho trabajo por hacer, como en muchas otras profesiones y en muchas otras áreas; pero con el desarrollo del país, con lo que ha generado la apertura, la globalización y el desarrollo mismo en educación y en la economía, es un lugar que los traductores estamos llamados a llenar. Hay que hacer, sí, un trabajo muy grande y eso nos corresponde a todos, a la academia, a los profesores y a los traductores en ejercicio: el de concientizar y el de hacer pedagogía con los clientes. No tenemos el desarrollo de una disciplina como en México, en Argentina o en España —para citar solo tres casos de países hispanohablantes—, pero sí hay una demanda creciente del servicio ¿Qué sucede? que tenemos que educar al cliente en el sentido de que ese es un trabajo que tiene un mérito, una técnica y que, por lo tanto, tiene unos tiempos y un costo. Lo que vemos, desgraciadamente, es que la gente, como no ha habido una tradición fuerte del servicio, tiende a verlo como un servicio más informal, tiende a pensar que cualquiera que chapurree un idioma puede traducir o que alguien que sepa un idioma puede traducir de todo.

Hay también una pedagogía sobre el costo que implica un servicio de estos. La gente no está dispuesta, muchas veces, a pagar por un servicio de estos, pero sí están dispuestos a pagar por otro tipo de servicios, incluso a pagar más. Ahí, entonces, hay que hacer un trabajo y tenemos que empezar por nuestro círculo familiar y de amigos y eso, luego, irá generando nuestro propio espacio en el medio. Eso va también de la mano con una industria editorial fuerte: si aquí tenemos editoriales que nos demanden el servicio, eso también dignificará, de alguna manera, la profesión, sobre todo, en el espacio que se merece por el objeto de estudio pero también por el tema económico. 

Hay unas áreas de traducción más demandadas a mi modo de ver —al menos desde la experiencia que tengo como jefe de la Agencia de Traducción de la Escuela de Idiomas—, como el área de traducción jurada o la que nosotros llamamos, traducción oficial. Es un campo de acción bastante interesante y dinámico por las mismas condiciones del país: mucha gente que sale del país a hacer posgrados y otro tipo de estudios; y mucha gente que, cuando viene al país, requiere trámites de traducción para homologar títulos o empezar a trabajar en el país. Ese es un filón de trabajo muy interesante pero implica que vayamos un poco más allá, sobre todo en la universidad: dar mejores herramientas a nuestros estudiantes y egresados mediante renovaciones curriculares o mediante diplomados o especializaciones para que estos estudiantes y egresados puedan desempeñarse como traductores oficiales que, como ustedes bien saben, en la actualidad no está contemplado dentro de los planes de estudio. 

 Hay otros campos bastante demandados como la interpretación y la traducción inversa, es decir, la demanda de la traducción del español al inglés. Esos son retos para esta universidad —digo esta universidad porque en la actualidad es la única que tiene pregrado de traducción en el país— si no lo hacemos nosotros, no lo va a hacer nadie. Existen otras universidades, pero con posgrados en traducción, concretamente, la Universidad Autónoma de Manizales, con una maestría; y —no sé si está activo— un posgrado en la Universidad EAN en Bogotá. Pocas otras alternativas de traducción existen. No sé si haya algo en la Universidad del Valle, creo que no. Pero ninguna se dedica al tema de la interpretación, todas son enfocadas a la traducción; una traducción más de corte científico-técnico. Entonces, allí hay otro filón de trabajo muy importante para hacer porque, concretamente remitiéndonos a este medio, no al país sino a Medellín, lo que nos ha mostrado la experiencia en la Agencia de Traducción es que lo que demanda la ciudad, por ser una ciudad de vocación de servicios, es intérpretes: intérpretes de conferencias, ferias, congresos y seminarios académicos y empresariales. Ese es otro campo de trabajo en el que también tenemos que pensar para formar a nuestros estudiantes y egresados, para que entren a suplir esa necesidad del servicio y no tengamos que acudir a las mismas personas con una cierta monopolización del servicio o a tener que importar el servicio de Bogotá o, como me di cuenta en un viaje hace un par de años a Venezuela, que tengan que traer intérpretes de la Universidad Central de Venezuela. Esto está muy bien pero encarece el servicio y si aquí hay talento humano y tenemos el recurso humano inteligente y capacitado, esta universidad tiene que dar su paso también en cuanto a que su Programa de traducción incluya el tema de interpretación. Además porque no tiene presentación que en el mundo la traducción vaya de la mano de la interpretación y nosotros tengamos un pregrado en el que solamente nos estamos enfocando en traducción. Eso tiene una razón de ser y es el currículo y la capacitación y la preparación de los profesores. Los que estamos actualmente en la universidad, en este pregrado, no tenemos perfil de intérpretes. Se puede abrir el perfil y se puede traer profesores extranjeros que hagan esta tarea. La otra parte sería que la administración creara las condiciones, los laboratorios y las cabinas para que los estudiantes se puedan capacitar.

La idea ya se contempla pero, ¿hay un primer paso para llevarla a cabo?

J. J. G.: Llevo 6 años en la dirección de la Escuela. Siempre le he dicho a mis colegas en comité de carrera que estoy presto a lo que ellos necesiten para el apoyo en lo que tiene que ver con la reforma curricular y las averiguaciones que esto implique. El comité ha tenido otras prioridades en la carrera de traducción. No se ha puesto de acuerdo. Claramente, va a otro ritmo pero sabemos que ese es un paso que hay que dar. Hay que dar el paso de formalizar mejor el tema de la traducción por medio de una tarjeta profesional o una regulación —en eso sé que ha habido pasos importantes de parte del profesor Gabriel Quiroz en cuanto a contactos con ministerios, como el Ministerio de Educación y el de Relaciones Exteriores—. También hay que dar un paso en el ajuste al Programa que incluya un componente de interpretación porque también hemos detectado que cuando se sale a estudiar o se quiere ejercer la profesión en otros países, al momento de homologar títulos, se ve el desbalance porque —cito el caso de España— los pregrados allá tienen los componentes de traducción e interpretación; cuando uno lleva sus planes de estudio, claramente antes de homologar el título, le dicen que no cumple con las asignaturas de interpretación. Entonces, salvo que haya cambiado la legislación allá, te piden que te matricules en una universidad con un pregrado en Traducción y que hagas todos los cursos de interpretación; es decir, llegas a otra carrera casi que a medias. 

Ese es un tema, insisto, en el que tenemos que avanzar: en el tema de la interpretación pero también en cuanto a la formalización y la agremiación de los traductores. Los traductores académicos formados en universidades no están lo suficientemente agremiados. Las agremiaciones que existen actualmente en el país son dos, una más activa que otra, hablo de la ACTI —Asociación Colombiana de Traductores e Intérpretes— y el Colegio de Traductores, donde hay muchos traductores, muchos de origen extranjero que traducen a sus lenguas nativas, muchos de ellos se dedican más a traducción literaria o traducción oficial, pero que son empíricos, es decir, no necesariamente tienen una formación académica, no están graduados ni tienen una titulación en traducción de una universidad. Todas esas cosas son propias de una profesión que no ha tenido el desarrollo que han tenido otras en el país. 

Para complementar, ¿cuáles han sido los avances de la traducción en Colombia en los últimos años y qué ha aportado la Escuela de Idiomas siendo el único pregrado?

 J. J. G.: Creo que avances hay. El hecho de que algunas universidades ofrezcan posgrados en traducción ha motivado a hacer otros posgrados y a que grupos humanos se dediquen a investigar ese objeto de estudio. Se ha investigado en temas de tratamiento automático del lenguaje, de Traducción Asistida por Computador; se ha ahondado en temas como el tratamiento de corpus, historia de la traducción, historia de la traducción hispanoamericana, historia de la traducción en Colombia; se ha ido generando un circulo de académicos interesante dispuestos a impulsar el desarrollo de la profesión. Falta mucho por hacer, obviamente. En la medida en que se terminen los proyectos de investigación y arrojen conclusiones, se podrá tomar decisiones, tanto desde lo académico, las decisiones que tengan que ver con modificaciones de planes de estudio, por ejemplo, como desde las nuevas líneas de trabajo, nuevas líneas de investigación. Creo que la traducción está íntimamente ligada también al desarrollo económico de los países: en la medida en que tengamos una economía fuerte, por las mismas dinámicas de la economía, habrá más demanda en el servicio de traducción y por lo tanto, mejor condición de vida de aquellos que nos dedicamos a este oficio. Debe también ir muy de la mano de desarrollos tecnológicos porque la traducción es rentable en la medida en que la persona sea eficiente. Es un tema de a mayor velocidad y calidad, mayor rentabilidad. Ahí también hay trabajo por hacer. 

Si tenemos en cuenta que la labor del traductor no obtiene el reconocimiento que merece, ¿qué otras acciones se pueden llevar a cabo o cómo debe enfrentar un traductor esta situación? 

J. J. G.: Creo que allí se pueden implementar varias estrategias. Una es acercar a los medios de comunicación, darles a conocer qué es el área de la traducción y hablar sobre que es una profesión que amerita un entrenamiento y una cualificación importante, no es solamente dominar el idioma, va mucho más allá, es otra serie de competencias que debe tener un traductor. Es también acercar la traducción a la comunidad: el hecho de que se vayan configurando agencias de traducción, poco a poco va entrando a la comunidad en esa dinámica. Las publicaciones, por ejemplo, un blog —como lo están haciendo ustedes— eso permite que la gente valore ese quehacer nuestro. Las editoriales definitivamente juegan un papel muy importante, creo que esos son nuestros mejores aliados: los editores, los escritores y los que se dedican al mundo editorial están más que convencidos de la labor que hace el traductor. Hay que hacer actividades de extensión social, por ejemplo, cosas que no tengan costo pero que permitan que la gente conozca y valore ese ejercicio de la profesión. Un poco también de responsabilidad social de nosotros. Hay algo inherente —y es inevitable— a nuestra condición de país, que tiene grandes desequilibrios sociales, y es que hay gente que aunque valore el ejercicio de la profesión, por su condición económica, no se puede permitir un tipo de servicios de estos y termina acudiendo a otros que prestan un servicio mucho más barato pero, seguramente, sin un sello de calidad. Entonces, tenemos que luchar con eso también como un país que tiene grandes desequilibrios sociales y donde hay gente con muy buen poder adquisitivo que puede pagar los servicios de traducción e interpretación pero otros que no se lo pueden permitir, que igualmente, en un momento dado, pueden tener necesidad del servicio.

Ese es un tema de aulas, de sociedad, de medios de comunicación, de responsabilidad social y de acercar a la gente y decirle: "acuda a lugares reconocidos, de calidad porque una traducción mal hecha también puede ser una gran pérdida económica que le puede salir dolorosamente caro".

En este mismo orden de ideas, ¿considera que es válido manejar una tarifa especial para estudiantes, quienes en algunos casos, no tienen la posibilidad de pagar un servicio de traducción?

J. J. G.: Sí. Creo que eso se relaciona con lo que acababa de decir de la responsabilidad social. Como empresa, es un tema, primero, de acercar a la sociedad al servicio y dar un servicio de calidad a un tipo de público que no se lo puede permitir, que le resulta un precio y un servicio prohibitivo. Por un lado, se está haciendo responsabilidad social; por otro lado, se está acercando a ese cliente a la traducción formal, es decir, al negocio formal de la traducción. Ciertamente, lo que se está haciendo indirectamente es fidelizando un cliente. Ese cliente puede remitirte a su vez personas que sí están en capacidad de pagar el servicio o, en un futuro, puede ser un cliente que pueda permitirse pagar el servicio a la tarifa plena. Es un tema también ético. No estoy quebrando precios, simplemente estoy acomodándome a un tipo de público especial, es decir, no es competencia desleal, es un tipo de cliente especial. No es un empresario, una sociedad anónima o un profesional, es un estudiante y, por lo tanto, desde el punto de vista ético, creo que no se está incurriendo en una competencia desleal; al contrario, creo que lo que se está haciendo es acercar el servicio a un público que se va a cautivar y que en el futuro puede pagar la tarifa plena.

Autora: Natalia Escudero

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